Fue un segundo. Un instante mágico e interminable en el que Luis Fabiano flotó por encima de los centrales del Middlesbrough. La rosca de Dani Alves encontró cumplida réplica en el cabezazo de 'O Fabuloso' y las gargantas de Nervión hirvieron al unísono. Un sueño comenzaba, el del Sevilla campeón de la UEFA, el del Sevilla 'hexacampeón'.
Puede que el partido de Eindhoven haya pasado a la historia como la final del 'Capo' Maresca, autor de dos goles, pero fue Luis Fabiano el que abrió la lata del Boro, el que recorrió 50 metros brazos en cruz para fundirse en un abrazo con el banquillo sevillista, con miles y miles de rojiblancos que llevaban la friolera de 58 años esperando -soñando, rezando- para ver a su equipo levantar una nueva copa.
Con Maresca lloramos -¡y cómo lloramos los que tuvimos la fortuna de vivirlo en directo!-, pero con Luis Fabiano empezamos a vivir esa sensación hasta entonces desconocida y maravillosa que asalta a los equipos campeones. La angustia indescriptible de ponerse por delante en una final, el único camino para alcanzar el éxtasis futbolístico.
Se va Luis Fabiano y Nervión sigue girando. Se va Luis Fabiano y afloran los recuerdos de un jugador genial que siempre fue como ese hijo rebelde al que no puedes evitar mimar un poco más si cabe, porque sabes que sólo desde el cariño sacará buenas notas.
Se va Luis Fabiano y deja números de campeón. De 'hexacampeón'. 106 tantos en 222 partidos. El quinto máximo goleador de un club centenario. De un club que se reencontró con su grandeza desde el sudor extremo cuando el talonario sólo daba para fichar 'retales'. Futbolistas con hambre que multiplicaron los panes y los peces y repartieron felicidad a raudales por media Sevilla.
Así llegó Luis Fabiano. Casi de puntillas. Y así se va, por la puerta grande, como los toreros de fina estampa. Mientras tanto, gracias Luisfa, que te vaya bonito. Y ya sabes, en Sevilla tienes tu casa.gabi_sfc@yahoo.es
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